Roberto Brañez, egresado de la PUCP y docente, responde a Altavoz.pe.
Roberto Brañez tiene 27 años, es marista, lingüista egresado de la PUCP (donde también concluyó sus estudios de maestría), y profesor por la misma universidad y por la Universidad Ruiz de Montoya. Para quienes lo conocen de cerca, no obstante, no es Brañez, sino simplemente “Robram”.
Ahora, este lingüista realizó un estudio comparativo entre las diferentes propuestas en materia lingüística que ya ha sido compartido decenas de veces a través de las redes sociales. “Luego de revisar todos los planes de gobierno, he intentado organizar las distintas propuestas relacionadas a políticas lingüísticas. Estas se encuentran divididas en cinco grupos: sobre Educación Intercultural Bilingüe, Ejercicio de la ciudadanía en la lengua materna, Revitalización de lenguas indígenas, Enseñanza de lenguas extranjeras y Alfabetismos”, explica Brañez sobre la investigación que realizó.
De acuerdo a sus resultados, resaltan por su inclusión de políticas linguísticas candidatos como Renzo Reggiardo y Pedro Pablo Kuzcysnki (revitalización de lenguas indígenas y ejercicio de la ciudadanía en lengua materna), Flores Aráoz (alfabetismo y lenguas extranjeras) y Verónica Mendoza (educación intercultural bilingüe).
Puede visitar las tablas originales (y compartirlas) aquí. Altavoz se reunió con Roberto Brañez y estas fueron sus palabras:
¿Por qué debe existir desde el gobierno una preocupación por las políticas lingüísticas?
Porque hoy en día existen muchos prejuicios asociados a las lenguas y al lenguaje muy enraizados, naturalizados, en el imaginario popular. Estas creencias esencialistas, finalmente, terminan encubriendo y justificando prácticas de exclusión social que no se limitan a la estigmatización de las lenguas o variedades, sino de sus usuarios. Pensar, por ejemplo, que aprender una lengua indígena es inútil implica asumir a sus hablantes como inútiles; pensar en el inglés o chino como sinónimo de éxito implica ver a sus usuarios como superiores o mejores. Lo mismo ocurre en otros niveles, como cuando hablamos de variedades de español, lengua de señas o español en el espacio virtual.
Es, entonces, fundamental que desde el gobierno exista una preocupación, pues lejos de esclarecer el panorama de la diversidad lingüística, la reflexión sobre lo que es una lengua o el lenguaje y las consecuencias de mantener estas creencias, el modelo educativo actual y los distintos medios de comunicación terminan perpetuando estas prácticas de exclusión social.
¿Qué porcentaje de la población se vería beneficiada con estas propuestas?
Creo que no se trata de cifras. De hecho, muchas veces son las cifras las que, malentendidas, terminan promoviendo decisiones que atentan contra el sentido de la democracia: se piensa que “la mayoría gana”. Pero, vale decirlo, creo que la misma pregunta sugiere implícitamente un concepto de políticas lingüísticas restringido a programas de Educación Bilingüe Intercultural o de revitalización y preservación de lenguas indígenas. Ciertamente, las políticas lingüísticas deben ser vistas en un nivel más amplio: es normal que todos tengamos prejuicios lingüísticos. En ese sentido, todas las personas nos beneficiamos con estas propuestas.
Existe bastante polémica sobre la aplicación de leyes sobre políticas lingüísticas desde el gobierno. Muchos piensan en el fantasma de Velasco y el quechua… ¿cuál es tu opinión sobre el tema?
No me opongo a la inserción del quechua en las escuelas siempre que esta propuesta venga acompañada con la reflexión sobre la diversidad lingüística, el concepto de lengua y lenguaje, y el impacto social de la valoración positiva o negativa de las lenguas. Ocurre que el quechua es visto como una falsa bandera de inclusión social, usado como estrategia de marketing porque indexa peruanidad. Ello implica posicionarla como superior a las demás lenguas indígenas. Además, muchas veces se ignora su complejidad interna, pues más que una lengua, es una familia de lenguas: el quechua del centro es prácticamente una lengua distinta del sureño. Si se incorpora, debe primero elegirse una variedad; a mí entender, debería ser la ayacuchana, por su proximidad fonológica con el español. Y se debe prescindir de la etiqueta de obligatorio, quizás más del tipo after school.
No obstante, lenguaje no sólo implica lenguas nativas u originarias. Muchos no se preocupan sobre el lenguaje de señas, por ejemplo. ¿Por qué crees que ocurre ello?
Más allá del debate acerca de si considerar o no a la lengua de señas peruana (LSP) como una lengua nativa, lo cierto es que la preocupación sobre el tema es ciertamente reciente. Creo que el caso de la LSP es incluso más delicado que el de las lenguas indígenas, pues al menos estas últimas han sido vistas; la LSP ha estado invisible, lo que ha derivado en la poca consideración al respecto. Afortunadamente, creo que el panorama es ahora más alentador: el video de Las Lenguas del Perú de la PUCP (2004), por ejemplo, no dice nada al respecto, pero el Archivo Digital de Lenguas Peruanas, también de la PUCP (2015), sí la considera como tal. Aun así, sólo un plan de gobierno incluye propuestas para su implementación.
Si tuvieras que definir tres rasgos primordiales para una buena política lingüística, ¿cuáles serían?
En primer lugar, las políticas lingüísticas deben tener un sentido amplio y no restringido. Me refiero a que, comúnmente, cuando pensamos en estas, sólo nos centramos en Educación Bilingüe Intercultural (EBI) o en revitalización y promoción de las lenguas indígenas; ello debe continuar, pero sólo constituye una faceta por tomar en cuenta. El concepto debe ampliarse, de manera que incluya propuestas relacionadas con prejuicios ahora no muy visibles. Un caso concreto, además de la LSP, es el vigente estigma de las variedades virtuales de español; aún no son vistas como temas por discutir. Otro caso es el del uso del lenguaje inclusivo, que por el momento sólo es asociado al género, cuando hay expresiones igual de exclusivas como la de “Lima y provincias”, por ejemplo. En segundo lugar, las políticas deben interactuar con otras disciplinas. Esto no es nada nuevo, y de hecho siempre se toma en cuenta. No se puede pensar en políticas lingüísticas relacionadas con la educación haciendo a un lado la psicología, la sociología, la educación misma, el derecho, etc. Finalmente, las políticas deben ser visibilizadas. En el 2014, DIGEIBIR elaboró un documento muy interesante y completo sobre el panorama lingüístico del Perú, pero no tuvo la acogida que debería tener. Tres de los cinco candidatos que lideran las encuestas dicen prácticamente nada sobre estas; es decir, son invisibles. Si se mantienen en este estado, difícilmente tengan el éxito esperado.
Fuente: Grupo Altavoz