La maestra que para dictar clases viajaba dos horas en auto y luego caminaba tres horas más. Profesora y directora en la escuela del caserío El Tunal, cerca a la frontera con Ecuador. Perú21 entrevistó a Gaby Perales.
La primera vez no llegó al colegio. Le salieron ampollas en la planta de los pies por caminar con los zapatos mojados. Tuvo que continuar el trayecto descalza, hasta que no pudo más, porque cayó otro aguacero. A hora y media de su destino, halló una casa en medio de la naturaleza. Tocó la puerta y pidió que la alojen. La hospedaron, a pesar de que no la conocían. Al día siguiente, retomó la caminata hacia el caserío El Tunal, en la provincia de San Ignacio, al norte de Cajamarca, a una hora de la frontera con Ecuador.
Cada 15 días volvía. Se quedaba una semana como profesora y directora del centro educativo del caserío habitado por unas 80 personas; familias que viven en casas distribuidas por la naturaleza, como islas en medio de una extensa y compleja vegetación. El colegio queda cerca de una quebrada, rodeado de árboles, conectado por riachuelos; zona habitada por ronsocos, plantas medicinales y orquídeas.
De padre técnico electricista y madre ama de casa, la limeña Gaby Peralta Quito es profesora de primaria, ganadora de la Beca Vocación de Maestro del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación. Ha encontrado en la educación rural una razón para su vocación. Labor que ha desempeñado en 2021 en San Ignacio. Viajaba en auto por dos horas hasta el caserío de San Francisco. Luego caminaba tres horas sobre el lodo, que podía cubrirle hasta las rodillas, y escalaba pendientes, hasta encontrar El Tunal.
Está en Lima y en unos días regresará a San Ignacio. Aún no sabe si volverá al caserío, donde con certeza extrañan su presencia.
-¿Por qué elige las zonas rurales para enseñar?
Me gusta explorar, conocer la educación rural, explorar el contexto de los niños, ganar experiencia de campo. He aprendido mucho tanto de la comunidad como de la escuela y los niños al tratar de llevarles educación innovadora.
-Pero usted cuenta que la primera vez que le tocó ir a El Tunal llegó un día después porque le salieron ampollas. Pudo haber sido una experiencia traumática.
No. La verdad es que tenía tanta emoción de llegar a la institución porque era algo nuevo para mí. A cualquier persona le hubiese asustado, pero en mi caso fue lo opuesto, porque asumí una responsabilidad, quería vivir la educación rural.
-Cuando llegó al caserío, ¿qué encontró?
Me tocó hacer faena, la limpieza adecuada, porque la institución estuvo cerrada por pandemia, que ha afectado mucho la educación en la zona rural. Tomé una evaluación diagnóstica para ver qué competencias tenían. Vi que a algunos niños les faltaba lograr competencias, incluso de grados anteriores. Entonces, nos pusimos manos a la obra.
-¿Pero el ánimo de los niños y niñas cómo estaba?
Ellos estaban muy felices, porque hacía 20 años que no iba una maestra mujer a El Tunal. Y se sorprendieron mucho más porque era alguien de la capital. Aunque el primer día que me vieron ya estaban diciendo que no me iba a quedar, que iba a renunciar (ríe), porque ya estaban preparados para eso, porque nadie se quedaba; quienes van se desaniman por el mismo camino, que es muy fuerte. Pero no, les demostré lo opuesto, y se quedaron asombrados. Iba quincenal y me quedaba una semana completa. La familia Cruz Rivera me hospedaba en su casa muy amablemente. Estaban muy motivados de que yo me quedara en la misma comunidad. El vínculo entre ellos mejoró, tuve que hacer reuniones, charlas, estrategias para los padres para que puedan orientar a sus hijos. Ha sido un trabajo en conjunto. Tenía un niño que es de la comunidad, pero vivía a dos horas del colegio. Salía de su casa a las 6 de la mañana para llegar a clases.
-Qué complejo. Pese a todo, deduzco que El Tunal es un paraíso de la naturaleza.
Varias personas me decían que el paisaje es similar a Suiza. Son montañas inmensas, el cielo es celeste, aire puro. A mis niños les decía: “Vamos a estudiar afuera, por qué perder un lugar tan hermoso estando en cuatro paredes”.
-Parte de las iniciativas que usted generó fue que los niños aprendan a hacer libros con cartones e, incluso, un robot con cartón.
He promovido la lectura y la escritura a través de los libros cartoneros. Hicieron sus producciones con sus propios autores. Les propuse hacer algo que les llamara la atención. Les mostré mi propio libro cartonero, les expliqué cómo lo hice; entonces ahí los impacté, me los gané. A la vez, el libro tenía que ser desarrollado de manera libre, que puedan escribir sobre un sueño, un mito, una leyenda, tal vez el cuento de un animal que exista en su localidad; eso los motivó bastante, porque Tunal tiene muchas historias y leyendas. Los comprometí a que ellos puedan elaborar su propio libro cartonero. Algunos hicieron dos libros, otros tres y una de mis estudiantes de manera autónoma está avanzando otros libros más.
-¿Hubo algún libro que la sorprendió sobremanera?
Sí. Una alumna hizo un cuento que se llamó Tunalito y su hábitat, que incluía al gallito de las rocas y al oso de anteojos, que habitan en El Tunal; son animales en peligro de extinción. Contaba lo que tenía El Tunal, donde también viven el zorrillo, el ronsoco; también está la quina. La alumna tenía 11 años.
-¿Por qué eligió ser profesora?
Mi primera experiencia como docente fue cuando enseñé inglés en el Icpna, y me gustó mucho. Ahí partí en la exploración de la magia de la educación. Y luego ya me impactó mucho la educación rural. Aún hay ese mito de que los niños de las zonas rurales no aprenden o no pueden, que es totalmente falso; se trata de cómo podemos llegar a ellos.
-¿Y usted qué ha aprendido de sus alumnos en El Tunal?
La bondad, humildad y resiliencia.
-Si sus alumnos leen esta entrevista, ¿qué le gustaría decirles a la distancia?
Que persigan sus sueños, que la educación es el arma poderosa para seguir adelante.
AUTOFICHA:
– “Soy Gaby Mariela Perales Quito. Tengo 26 años. Nací en Lima, pero mi papá es de Ayacucho y mi mamá de Áncash. Mi familia es netamente del campo y siempre he estado en contacto con la naturaleza, y creo que eso influye para querer enseñar en la zona rural”.
– “Acabé el colegio y estudié inglés. Luego gané la beca (de Pronabec) para estudiar Educación Primaria en la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Tengo un diplomado de TICs aplicadas en la educación. Seguiré trabajando en la zona rural y luego estudiaré una maestría”.
– “También capacito a docentes. Es un emprendimiento que nació en la pandemia, donde los maestros estaban con la necesidad de aprender herramientas tecnológicas. Brindábamos talleres gratuitos para todos los maestros, a nivel nacional e internacional. En redes estamos como teachingtic”.
Fuente: Peru21