Por Marcelo Cabrol*
El avance del coronavirus estos días está desafiando a la salud pública de todos los países. Las escuelas y sus administradores pueden ser los próximos a ser puestos a prueba. Sabemos que las escuelas han sido históricamente uno de los puntos de contagio más importantes para la transmisión de enfermedades.
Miremos el caso de China, cuando el virus se hizo endémico, las autoridades educativas pospusieron el comienzo de clases en 31 provincias sin dar una fecha de apertura. Esta decisión tuvo que ser revisada por la presión de los padres de familia. Así, el ministerio de educación ordenó a las escuelas comenzar el ciclo escolar mediante clases en línea. El sector reaccionó sorpresivamente rápido, para el 2 de febrero, 22 plataformas digitales comenzaron a ofrecer más de 24.000 cursos en línea, incluidos 401 cursos experimentales de simulación virtual.
A pesar de esta increíble expansión de servicios educativos digitales esto no es suficiente para un país con las características de China. Muchas escuelas no disponen de los mismos de los recursos para adoptar las plataformas abiertas o las unificadas que ofrece el estado. Por otro lado, aunque la penetración digital en China ha avanzado mucho en los últimos años muchos profesores y alumnos (sobre todo en áreas rurales) no tienen siquiera una computadora o conectividad en casa.
El caso de China adelanta al menos tres desafíos para la organización escolar de nuestros países:
- Protocolos de respuesta. ¿Tienen la capacidad de las escuelas de lidiar con pacientes 0?, ¿hay personal capacitado para manejar estas situaciones?, ¿cómo interactúan las escuelas con la salud pública en temas de identificación y referencia de casos potenciales?
- Estrés para las familias. ¿Qué provisión se hace para que los padres puedan dejar a sus niños en casa?
- Pedagogía a distancia. ¿Se tienen las plataformas, el acceso a internet y los dispositivos para enseñar y aprender remotamente?
Estos son los desafíos, pero hablemos de una potencial transformación necesaria. Hasta hoy la educación no aprovecha el potencial transformador de la tecnología. Esto ocurre en parte por falta de acceso equitativo a plataformas y dispositivos. Igualmente determinantes son la baja adopción de herramientas digitales por las escuelas y maestros. La realidad es que los casos de uso de tecnología en las escuelas existentes carecen de escala y de poder transformador.
Uno puede imaginar que, si los sistemas educativos son puestos a prueba por el coronavirus, esto podría apurar una transformación necesaria. Se puede predecir por ejemplo que la educación China emergerá de la crisis del coronavirus completamente transformada, pero, ¿cómo afectará la crisis a los sistemas educativos de América Latina y el Caribe? ¿Serán los países de la región capaces de reaccionar y transformar sus sistemas?
*Gerente del Sector Social del BID