Zoser Ramos Amiquero, un docente ayacuchano, de 23 años, ganó el “Premio Nacional de la Juventud 2019”, concurso organizado por el Ministerio de Educación (Minedu), a través de la Secretaria Nacional de la Juventud (Senaju).
Ramos Amiquero ganó en la categoría Comunicación Social con un revolucionario proyecto que ha mejorado el rendimiento de escolares en varias instituciones educativas rurales del país y el extranjero a través de las plataformas digitales de internet.
En un inicio, desarrolló contenidos para ayudar a los maestros de su natal Urumay, anexo del centro poblado de Challhuamayo Baja, en el distrito de Tambo en la región Ayacucho, sin imaginar que su proyecto trascendería rápidamente a otras regiones del Perú.
“Nunca imaginé que llegaría a interactuar con docentes de Bolivia, Ecuador y México y que la página tendría miles de visitas”, indicó el maestro.
Historia con gran lección. Zoser Ramos, el quinto de seis hermanos, cuenta que sus padres Germán y Saturnina, dedicados a la agricultura y el pastoreo, nunca descuidaron la alimentación y educación de sus hijos y les inculcaron el amor por el estudio y la disciplina, a pesar de que ambos son iletrados y no tenían suficientes recursos económicos.
“Aprendí el castellano en la escuela primaria porque mi lengua materna es el quechua. Nunca dejé de ir a clases. Todos los días cargaba mis libros y mi refrigerio para caminar más de tres horas hasta mi escuelita I.E. Nº 38433 de Challhuamayo, y como era lejos, mi familia migró para estar más cerca del centro educativo”, relató.
Lamentablemente, a los 11 años, una extraña enfermedad afectó sus extremidades inferiores y sus piernas se llenaron de llagas. En el hospital al que sus padres lo llevaron, y luego de exhaustivos exámenes que duraron varios meses, los médicos, sin llegar a un diagnóstico preciso, dijeron que la única solución para salvar la vida del niño era amputar las piernas.
Esa noticia no lo amilanó y siguió asistiendo a la escuela, algunas veces en los brazos de su padre, en una carretilla que empujaban sus hermanos o sobre una acémila. Pero el día de la intervención quirúrgica, el bus que lo llevaría hasta el Hospital de Ayacucho no llegó a su comunidad debido a un desperfecto mecánico.
Los días pasaban y mientras esperaba la reprogramación de la operación, logró recuperase con la ayuda de un curandero que lo trató con flores y yerbas de la zona. En cuatro meses recobró su salud totalmente y volvió a caminar.
Ese pasaje que lo enfrentó con la muerte le dejó una gran lección: que nada está perdido en la vida y que con perseverancia y paciencia se pueden superar todos los obstáculos que se presenten en el camino.
Actualmente, a sus 23 años, el docente vive en Lima continuando con su enseñanza en metodología. Considera que la tecnología es importante para el desarrollo de la educación pero no puede sustituir los juegos físicos de su infancia, como las canicas, el trompo, el aro, la soga o el fútbol.
Tomado de Perú 21