Por María del Pilar Biggio Pastor
Docente de educación secundaria, ex directora de Educación Secundaria y actual gerente de Información y Educación Electoral de la ONPE
Escuchar la noticia de la agresión a una docente de secundaria por parte de su estudiante en una escuela pública ubicada en nuestro primer puerto, me ha traído muchos recuerdos de mi época de estudiante escolar y universitaria, pero sobre todo me ha traído muchas reflexiones y alertas. Primero, decir que este no es un tema nuevo, no debe escandalizarnos en lo más mínimo, pero sí debe preocuparnos. Las agresiones a los docentes por parte de sus estudiantes se manifiestan de diversas maneras y estas las recuerdo desde que yo era una estudiante de secundaria en una escuela privada, en la cual presencié algún tipo de “bullying” hacia algunos maestros, lo que podría calificarse hoy como un tipo de agresión. Con angustia y preocupación observo que el panorama no ha cambiado, más bien se ha transformado e incluso agudizado; la burla, los insultos verbales, la difamación en medios digitales, el maltrato psicológico e incluso la discriminación racial forman parte de las agresiones que reciben los docentes por parte de sus estudiantes y que también podrían decantar en agresiones físicas. ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué a veces minimizamos este tipo de situaciones? ¿Qué no hemos hecho bien como sociedad, como padres y madres, como autoridades, como ciudadanos? ¿En qué nos hemos equivocado?
Recuerdo hace más de dos décadas, en mis años de estudiante de educación, haber escuchado historias casi terroríficas respecto al agresivo y acosador actuar de los estudiantes hacia sus maestros y, sobre todo, maestras en las grandes unidades escolares, hoy denominados Colegios Emblemáticos, que fueron tradicionalmente solo de hombres (hoy ya no), tales como el Bartolomé Herrera, Alfonso Ugarte, Melitón Carbajal. Pensar lo que sucedía allí adentro me daba temor y por supuesto, a las mujeres estudiantes de educación de la universidad de Pando, no las enviaban a dichas escuelas para hacer algún tipo de trabajo o práctica. No sé si el tema de agresiones en la escuela se ha agudizado, pero tengo la certeza que se mantiene y es urgente conocer el nivel de agresión existente tanto en escuelas públicas como privadas.
Si, bien soy testigo de los esfuerzos por parte del sector educación en mejorar el clima y la convivencia escolar, las evidencias nos muestran que la violencia que vemos en el exterior de la escuela, se replica dentro. Desde 2015, la incorporación de psicólogos o asistentes sociales en las escuelas de secundaria con Jornada Escolar Completa fue sin duda un esfuerzo importante que permanece hasta la actualidad y que alcanza a casi dos mil instituciones educativas, la plataforma “Siseve” para las denuncias de violencia escolar, los protocolos de atención, los especialistas de convivencia en las UGEL, son una muestra de la voluntad por parte del sector atender situaciones vulnerables de los estudiantes. Pero y las situaciones vulnerables de los docentes, ¿quién las atiende? Hay que preguntarnos si estamos enfocando de manera correcta estos esfuerzos.
Ante situaciones de agresión y otro tipo de violencia y vulneración de derechos de los docentes y estudiantes, la solución no debe ser un trabajo solo de la comunidad educativa, es un trabajo de la sociedad en su conjunto con el apoyo de las autoridades locales y regionales. Se requiere del compromiso de todos. Se debe trabajar con los padres y madres de familia, con los docentes y con los estudiantes, escucharlos y canalizar sus demandas, sus angustias, sus temores. Hay un tema de recuperación emocional y de liderazgo para trabajar con los docentes de manera urgente. Los maestros y maestras merecen respeto, y darles el lugar que merecen dentro de la sociedad.
Fuentes:
Fotografía artículo: www.elprogreso.es
Ministerio de Educación, portal www.siseve.pe