Por Enrique Vera y Hugo Anteparra
Con el paso de los días, las secuelas del terremoto de magnitud 8 ocurrido la madrugada del domingo develan su lado más crudo en los sectores remotos de la provincia de Alto Amazonas, en la región Loreto. Hay pueblos que se han quedado sin postas médicas, colegios e iglesias, y se ven superficies trazadas por enormes grietas que han devorado casas y cultivos.
Santa Cruz es un distrito con más de nueve mil habitantes dispersos en 42 caseríos de las orillas del río Huallaga, cada uno más devastado y pobre que el otro. En El Progreso-Bajo Huallaga, la primera comunidad a la que se llega desde Yurimaguas luego de dos horas de viaje en deslizador, el sismo quebró los pilotes que sostenían la I.E. Inicial Primaria 145 y el puesto de salud 1. Las columnas y los muros se partieron. Eran las dos únicas estructuras que habían sido construidas con material noble en la comunidad, y ahora deben ser demolidas.
A 15 minutos, siempre por río, está el centro poblado Huatapi en una crisis idéntica. Lo que era el puesto de salud 1 es hoy solo una acumulación de bloques de concreto caídos. En la escuela primaria, el tanque que abastece de agua a los alumnos ha quedado sostenido apenas por dos muros torcidos por el sismo.
La madrugada del domingo, las familias de Huatapi quedaron en medio de una inundación. El sismo originó unas enormes aberturas en el suelo terroso de la comunidad, por donde el agua comenzó a filtrarse. El campo de fútbol adonde todos corrieron para ponerse a salvo se hizo pronto un lago de fango. Allí las familias pasaron la noche. Muchos presentan ahora también males respiratorios, pero no tienen dónde atenderse. La posta recién está siendo reubicada en una casa que resistió el terremoto.
A una hora río adentro desde Huatapi, viven 11 familias en la comunidad Seis de Enero. Esta se inundó, pero las ocho casas de madera, separadas por platanales y sembríos de maní, se hundieron en las enormes grietas que formó el sismo. Allí cayeron Andrea Mozombique y Magarith Sangama con sus hijos cuando huían despavoridos. Aquí no hay agua potable ni luz eléctrica ni una posta. Los moradores han quedado por estos días, como los demás en su jurisdicción, a su suerte.
“A todo este pueblo vamos a reubicarlo”, asegura casi languideciendo José Oblitas, el alcalde de Santa Cruz. Oblitas dice, aunque suene muy lejano, que las construcciones de su distrito se pueden recuperar, pero le preocupa más el tema de salud y educación. Lo siente y lo sufre porque ha sido profesor escolar.
—Colegios dañados—
Ayer quedó claro que el sector más afectado por los daños materiales fue el educativo. La ministra de Educación, Flor Pablo, informó –luego de sobrevolar Lagunas y otras localidades dañadas– que las clases escolares han sido suspendidas en por lo menos 511 colegios de cinco regiones del país.
Aunque los centros educativos cuya infraestructura ha sufrido daños son 91 y hay dos declarados inhabitables, la suspensión de clases se debe a que las vías de acceso a la zona donde se ubican otros colegios están interrumpidas, o porque las comunidades donde se construyeron aún no se recuperan de la crisis.
“Un equipo del Ministerio de Educación (Minedu) recorre la zona por vía fluvial para identificar los centros educativos afectados y colapsados”, dijo la ministra.
—Crisis en San Martín—
En la región San Martín, el distrito de Sauce –ubicado 50 kilómetros al sureste de Tarapoto– es el más afectado. Jaime Ríos Tapullima, coordinador del Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER), indicó que hasta el momento se han reportado 150 viviendas declaradas inhabitables y otras 79 afectadas. La evaluación de daños continúa y esas cifras podrían incrementarse.
El Comercio recorrió las viviendas afectadas en las localidades de Sauce y Dos de Mayo, donde se constató que dos postes de alumbrado público se vinieron abajo, y también se vieron afectados el sistema de agua potable, el desagüe y algunas infraestructuras educativas. Dos hoteles sufrieron serios daños.
Tomado de El Comercio