Por Nair Burga Reátegui
A dos años de celebrar el bicentenario de nuestra independencia nacional, vemos que las brechas educativas y de aprendizaje entre la población de los ámbitos urbano y rural aún persisten y se hacen cada vez mayores. Hasta la fecha, no hemos podido resolver un conjunto de condiciones materiales, económicas, sociales y culturales que garanticen que la población que habita en el ámbito rural (bilingüe y monolingüe castellano), goce del derecho humano a la educación, con calidad y equidad.
Los estudiantes de secundaria del ámbito rural afrontan distintos quiebres en su trayectoria educativa, especialmente en el tránsito de la educación primaria a la secundaria, hecho que se evidencia en la disminución de la tasa neta de matrícula según niveles educativos: 83.9 % en inicial, 93.3 % en primaria y 32 % en secundaria, en el 2017. Así, visibilizamos que en la educación secundaria existe un 68 % de la población que aún espera la atención educativa que por derecho le corresponde. A este tema, del acceso al servicio, se suma la necesidad de garantizar la permanencia y culminación oportuna de los estudiantes quienes por distintas razones de carácter geográfico, económico o familiar, abandonan el colegio, reduciéndose así la tasa neta de conclusión oportuna de esta población estudiantil a solo 51.9 %.[1]
Mención aparte merece el tema de los aprendizajes, pues los resultados nacionales de la Evaluación Censal de Estudiantes (ECE) 2016 dan cuenta que en el 2do año de educación secundaria solo el 2.0 % de estudiantes del ámbito rural alcanzó el nivel de logro satisfactorio en lectura y un 2.5% lo hizo en Matemática, en contraste con el 15,8 % y 12,7 % de estudiantes respectivamente en el ámbito urbano.[2]
Ante este duro escenario que enfrenta la población que vive en el ámbito rural, el Estado peruano viene impulsando un conjunto de políticas públicas orientadas a acortar las brechas entre la secundaria de los ámbitos urbano y rural, en particular, las brechas de acceso, permanencia y conclusión de la secundaria, con calidad. Por esta razón, viene creando distintos modelos de servicio educativo entre los que destaca el Modelo de Servicio Educativo Secundaria en Alternancia aprobado recientemente por Resolución Ministerial N° 518-2018-MINEDU.
Este Modelo se implementa en el país a partir del año 2002 por iniciativa de la Asociación Civil PRORURAL, a través de instituciones educativas denominadas Centros Rurales de Formación en Alternancia (CRFA). Inicialmente se crearon 2 CRFA, en la región Cusco y luego en Piura. Posteriormente en 2004, el Ministerio de Educación promovió la creación de nuevos CRFA incorporando adecuaciones a la propuesta inicial. En el año 2009, la gestión de dichos centros se transfirió a las regiones, y hacia el año 2011 se contaron con 57 CRFA en 14 regiones del país. Durante los años 2014 y 2015, el modelo se incorpora al PPR 090 PELA y PPR 091-Incremento en el acceso de la población de 3 a 16 años a los servicios educativos públicos de la EBR[3], y actualmente, se espera que cobre mayor fuerza con el marco normativo que desde el Minedu y los gobiernos regionales se viene impulsando.
Los y las estudiantes que participan en el Modelo de Secundaria en Alternancia: adolescentes y jóvenes, estudian en dos espacios formativos: uno, el medio socioeconómico y familiar (hogar), y otro, la institución educativa denominada Centro Rural de Formación en Alternancia (CRFA). De allí el nombre de alternancia, por la variación de los espacios formativos.
Ellos y ellas desarrollan competencias y capacidades acordes con los documentos curriculares vigentes, y con una propuesta pedagógica que considera una planificación curricular diferenciada, la misma que tiene en cuenta las áreas, enfoques y metodologías curriculares, y además, las estrategias e instrumentos propios del modelo y la acción formativa de la convivencia; siendo el objetivo fundamental alcanzar los logros de aprendizaje de las y los adolescentes y jóvenes del ámbito rural.
En el medio socioeconómico y familiar, el estudiante investiga sobre situaciones cotidianas de su entorno, de manera autónoma y con la participación de la familia y la comunidad, con interés en las actividades socioproductivas del contexto, en el marco de un plan de investigación, un proyecto productivo o un plan de negocios. En el CRFA, desarrolla procesos de enseñanza-aprendizaje de manera presencial con actores como el director o directora del CRFA, el promotor de bienestar, los docentes, el personal de soporte, las familias, autoridades y la Asociación CRFA. Dichos actores se organizan para la labor de planificación, ejecución, evaluación, vigilancia y dinamización de la gestión del servicio en coordinación con las DRE y las UGEL.
En este modelo, los estudiantes se sienten muy a gusto de formar parte de la familia escolar del CRFA donde cuentan con la atención de alojamiento, alimentación y tutoría; pues pese a las dificultades para la consecución y el abastecimiento de determinados servicios en algunos periodos del año escolar (que falta superar), los estudiantes manifiestan que contar con esos beneficios les da muchas satisfacciones. En particular, resaltan la atención de necesidades básicas como la alimentación, con tres comidas al día, para obtener las energías que necesitan y estudiar con mayor ahínco. Valoran el esfuerzo de su asociación CRFA y de sus docentes para contribuir al logro de su trayectoria educativa, pues con el modelo educativo, logran superar la falta de acceso y permanencia en la secundaria rural debido a su condición de residentes durante 15 días en el CRFA, superando así el desplazamiento diario de 2 a 3 horas, o muchas más, en medios fluviales para llegar diariamente a una institución educativa convencional. Este hecho, refuerza la idea que el modelo viene respondiendo con pertinencia a las características de amplia dispersión geográfica propias de la zona rural.
Asimismo, los estudiantes resaltan que en el CRFA, pueden trabajar en base a una propuesta pedagógica flexible que considera las actividades del contexto socioproductivo como una oportunidad para el desarrollo de competencias curriculares: de emprendimiento, investigación y de negocios. Valoran la presencia de tutores que coadyuvan al logro de sus aprendizajes, y además, resaltan la forma cómo pueden elegirlos haciendo uso de su ejercicio democrático.
Otro tema importante del modelo es que potencia la participación activa de la familia y actores de la comunidad, a través de la conformación de una Asociación CRFA integrada por madres y padres comprometidos con el quehacer educativo, que además de su rol de vigilancia aportan a la articulación interinstitucional e intergubernamental para la toma de decisiones, y con ello, asegurar el bienestar de los estudiantes a través de la implementación de servicios complementarios. Además, la Asociación CRFA está facultada para realizar coordinaciones con las autoridades de las DRE y UGEL, así como con los representantes de las organizaciones indígenas que se encuentran en el ámbito territorial de cada CRFA.
Nuestro país cuenta con 72 CRFA distribuidos en los ámbitos rurales de provincias y distritos costeros, andinos y amazónicos. Muchos de ellos con amplia experiencia en la implementación de estrategias pedagógicas en el medio socioeconómico, en los planes de investigación y en los proyectos productivos; es así que a la fecha se cuenta con CRFAS que articulan el tema productivo con los contenidos disciplinares de las áreas curriculares. Esto viene siendo visibilizado por los especialistas y jefes de AGP de las UGEL quienes realizan acciones de monitoreo a los respectivos ámbitos. En esos itinerarios fluviales, terrestres y aéreos regionales, se encuentran y dialogan con padres y madres de familia que les dan a conocer sus opiniones y percepciones sobre el impacto que viene teniendo el CRFA en sus comunidades. Este es el caso de un especialista de la UGEL Loreto Nauta, en la región Loreto, quien nos comenta la opinión de un padre de familia de la comunidad de San Pedro, en el distrito de Urarinas:
“Yo veo que ese CRFA sí nos va a dejar una gran herencia: Los jóvenes están aprendiendo a producir, a hacer su propio negocio, su propia empresa para así tener ingresos y mejorar su economía. Ya están cosechando palta y también cacao”.
Esta percepción positiva del trabajo productivo y de emprendimiento del CRFA nos permite afirmar que este modelo se convierte en una alternativa muy importante para fortalecer la secundaria rural en el país, por ello, diversos actores educativos del Modelo: Gobiernos regionales, Gobiernos locales, Instancias de Gestión Educativa Descentralizada del Ministerio de Educación (DRE, UGEL), Redes Educativas Rurales, Asociaciones CRFA, empresas, etc., deben continuar implementando con acierto y de manera cogestionada este trabajo, que sin duda alguna, redundará en beneficio de los adolescentes y jóvenes de los ámbitos rurales de nuestro país.