Por Martín Vegas Torres
Los adolescentes que estudian hoy en secundaria serán la generación del bicentenario, los ciudadanos del 2021, pero no están preparados para los retos que les tocarán afrontar. Solo el 14.7 % de los jóvenes en zonas urbanas y el 2% en regiones rurales alcanzan niveles satisfactorios en lectura en segundo de secundaria. En la evaluación sobre formación ciudadana, la situación es igualmente dramática: 15% de los alumnos logra nivel aprobatorio, mientras que únicamente el 4% consigue el mismo nivel en colegios rurales, según datos del Ministerio de Educación.
La adolescencia es una etapa crucial para el desarrollo emocional y cognitivo de la persona y, sobre todo, es la etapa fundamental en que se forjan las decisiones que definen el proyecto de vida.
En ámbitos rurales, el futuro de los jóvenes parece irremediablemente vinculado no solo con migrar a las ciudades, sino con hacerlo renegando de su propia identidad: ser campesino, quechua, amazónico es percibido como factor que juega en contra de la posibilidad de insertarse en el mundo urbano. Y, sin embargo, el Perú de hoy es claramente tributario de lo que ocurre en los diversos mundos rurales de nuestro territorio. ¿Qué posibilidades de inserción internacional tendría el Perú si borráramos su producción alimentaria diversa y crecientemente orgánica y consiguientemente desapareciera nuestra gastronomía?
Si suprimiéramos el patrimonio de la cultura andina, ¿qué turista vendría al Perú? Si los pueblos originarios de la Amazonía no aplicaran su saber ancestral a mantener con vida los bosques amazónicos, ¿qué quedaría de la Selva peruana, pulmón de la humanidad? El destino del Perú está ligado al destino de los territorios rurales del país y de su población. Sin embargo, la educación desconoce el potencial de un desarrollo territorial rural diverso y, por el contrario, refuerza la creencia de que ruralidad es necesariamente equivalente a pobreza.
Por estas consideraciones, proponemos entonces que la adolescencia, al igual que la primera infancia, se convierta en prioridad nacional. Solo así se podrá cortar la reproducción intergeneracional de la pobreza y, desde una ruralidad renovada, una nueva generación podrá abrirle futuro al país.
Falta muy poco para universalizar la educación secundaria; la atención de salud también se ha incrementado, existe una creciente conexión de la ruralidad con el mercado. Se trata, entonces, en primer lugar, de optimizar los recursos, de articular la acción de salud, educación y protección contra la violencia, de diversificar la secundaria abriéndola al mundo de la cultura y la producción, y, sobre todo, de reconocer el protagonismo de los jóvenes. El rumbo existe, se requiere decisión política para abrir la posibilidad de que estos jóvenes puedan con sentido ciudadano cantar el “Somos libres” de nuestro Himno Nacional el 2021.
Tomado de El Peruano.