Por Paul Neira
Días antes a la designación del actual ministro Alfaro en la cartera de Educación se multiplicaron un conjunto de artículos, cartas abiertas y entradas de blogs. Cada una de estas contenía básicamente dos mensajes: el primero, que había que recuperar la reforma educativa (lo que implica decir que la última gestión al frente del ministerio paró la reforma educativa); y el segundo, un listado de temas de la educación que debían ser atendidos urgentemente por la gestión entrante. Podríamos afirmar, que ambos mensajes constituyen dos caras de la misma moneda, puesto que las listas de temas que deben ser retomados respondería a que estos fueron “desatendidos” por la saliente gestión anterior, que habría “abandonado” la ruta de la reforma educativa.
A la luz de que tenemos a un nuevo ministro, tocaría analizar con desapasionamiento estas afirmaciones (cosa difícil por lo pronto). Comenzaremos por la última.
Los temas pendientes
Primero hay que decir que es imposible no estar de acuerdo con las listas propuestas de temas que tienen que ser atendidos en una nueva gestión. Cómo negar que tienen que ser atendidas las necesidades de las poblaciones rurales, especialmente aquellas que son bilingües e interculturales; cómo estar en contra de que se aumente los procesos de acompañamiento en diversas zonas, sobre todo si es que se ha probado que estos tienen efecto directo sobre las mejoras de los aprendizajes. Y por supuesto, no olvidar el manido tema de la “brecha de infraestructura” educativa que el Perú sufre. Cómo negarlo, resulta materialmente imposible. Pero hay que considerar las posibilidades de atender realmente a todos y cada uno de estos temas pendientes.
Cabe preguntarse, ¿Cuáles son las condiciones básicas para atender dichos “temas pendientes”? Planteo tres. En primer lugar, un arreglo institucional. Con la estructura de gobierno del sistema educativo que tenemos operando va a ser muy difícil que algún día se puedan responder a estas justas demandas de la educación. Un recordaris de este problema es que en el medio del fragor de la última huelga del año pasado hubo Direcciones Regionales y muchísimas Ugeles que se plegaron a la huelga, antes de alinearse a la rectoría del Ministerio de Educación. Eso gráfica un problema de estructura y arreglo institucional.
En segundo lugar un problema de recursos. Con los ajustes producto del incremento salarial a todos los docentes nombrados y contratados, el abultado presupuesto del sector no da para más. Y es que ya no hay plata ni espacio para el error. Es un hecho, no hay recursos para impulsar grandes movidas en el sector.
Y un tercera condición, tiene que ver con la gestión específica. Para ello se necesita el concurso de todas los talentos y esfuerzos posibles.
Sobre la (supuesta) necesaria recuperación de la reforma educativa
En este punto creo importante aclarar que si me dieran a elegir entre nombrar lo que viene sucediendo en el sector educación, yo prefiero discutir de grandes líneas de cambio educativo, antes que de reforma educativa. La primera es más orgánica, responde a la lógica de acumulación agregada de políticas educativas (sin importar quién las impulse); y más importante, busca cambios profundos en el sistema.
Bajo esta mirada si analizamos los últimos 25 años de nuestra historia del sector se han venido estableciendo estas grandes líneas: curricular, materiales educativos, docentes, infraestructura educativa y mobiliario escolar, aumento presupuestal, educación superior universitaria y gestión. Enmarcadas en estas grandes líneas viene sucediendo, hace un cuarto de siglo, un cambio con diversos niveles de profundidad y velocidad de implementación, pero cambio al fin y al cabo, en nuestro panorama educativo.
Elijo dejar de lado a la segunda, porque la etiqueta de “reforma educativa” responde a un ropaje que le dan los políticos de turno, y que tiene más de propaganda temporal, de publicación de la norma y no de una apuesta a largo plazo. Eso de reforma educativa es un engaña muchachos. Contrariamente a lo que plantea la lógica del cambio educativo.
Dicho lo anterior, discrepo entonces de aquellos que dicen que nos hemos detenido en el sector educación. Sin embargo, los próximos años van a ser profundamente complejos para el sector porque sus rangos de acción están muy restringidos debido a que no contamos con los recursos suficientes. Y a pesar de sonar sombrío, creo que es una extraordinaria oportunidad para comenzar a sentar las bases de una mirada disruptiva sobre cómo debemos —como sociedad, colectivo y bien común—enfrentar el reto de la educación. Las líneas de cambio están claramente marcadas.
Tomado de El Montonero.