Por Roberto Ochoa
Ignoro a qué Herodes se le ocurrió programar el inicio de clases en marzo para los colegios públicos pero tengo la certeza que no estudió en un colegio nacional.
A ese (o esos) Herodes lo invitaría a permanecer horas escuchando clases bajo un techo de calamina soportando las temperaturas veraniegas de marzo (que alcanzan los 30 grados Celsius) o la infernal sensación térmica de 3 o 4 grados más al interior del aula. Soportar varias horas sin un miserable ventilador ni agua en los servicios higiénicos y sufrir los calores y maltratos del transporte público.
Si hablamos de Lima, sólo en los distritos de los conos este y norte sobreviven cientos de miles de escolares que deben soportar los calores propios del verano austral. Ni qué decir las temperaturas en las regiones norteñas, incluyendo las lluvias en Piura y Tumbes. Por si fuera poco, ahora sabemos que la mitad de los locales de los colegios públicos deberían ser demolidos. Muchos de estos locales lucen los daños del Niño Costero del 2017 que el gobierno de lujo de PPK fue incapaz de reconstruir.
Claro, en un colegio privado tienes aulas con aire acondicionado o, al menos, con un eficaz sistema de ventilación y, sobre todo, servicios higiénicos limpios. Así es grato volver a las aulas. Y vas en movilidad escolar.
No recuerdo desde cuando se cambió la fecha del inicio de clases, pero en mi etapa escolar se iniciaba en abril, en los primeros días de otoño, y volvíamos al colegio luego de haber disfrutado las vacaciones y sin tener que soportar temperaturas extremas.
(Publicado en La República)