Por Eduardo Abril
Nos lo advirtió Bolívar hace más de doscientos años: “La América [hispana] es ingobernable. Los que han servido a la revolución han arado en el mar […]. Estos países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a las de tiranuelos imperceptibles, de todos colores y razas. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad…”. “En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte [refiriéndose a los Estados Unidos], los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina… Estamos dominados de los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española, que sólo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y envidia…”.
Por nuestra incapacidad de gobernarnos a nosotros mismos, los peruanos hemos llevando al país al borde del abismo. Seguramente estamos de acuerdo en que debemos enfrentar la corrupción desde múltiples frentes y sin duda sancionar a quienes resulten responsables es una medida obligada. Lo que aquí se expone es que los peruanos estamos fallando en entender que para ser viable la democracia exige virtudes cívicas que los peruanos nunca hemos exhibido, virtudes que podríamos llegar a adquirir mediante el uso de una herramienta que para ese fin otros países han utilizado desde muy temprano en su formación: la educación.
¿Cuál es el problema?
Un análisis riguroso de los síntomas arroja realidades fuertes y penosas que como país debemos saber reconocer, realidades que de no ser deliberadamente alteradas seguiremos arrastrando como lo hemos hecho a lo largo de nuestra historia.
A diferencia de lo que el común de los peruanos cree, los problemas de corrupción desmedida y la bien tejida estructura de impunidad que hoy desenmascaran a nuestra clase política, no son características de comportamiento presentes solo en gobiernos de las últimas décadas, ni están restringidas solo a nuestros círculos políticos o de gobierno.
Vivimos en una sociedad carente de valores sociales. Una cultura en la que, más allá del entorno inmediato (como la familia o los amigos), el individuo no tiene suficiente aprecio por el derecho del prójimo. Cometemos y toleramos el abuso en proporciones descomunales. Quien está en posibilidad de abusar, abusa. No tenemos idea de lo que es el bien común: no creemos en el beneficio mutuo que se obtiene al servir, trabajar o defender el bien de la comunidad y el país. Los peruanos no hemos aprendido de los preceptos y conductas que hacen posible el éxito de la democracia y la libertad.
¿Y cómo es que llegamos hasta aquí?
En principio, por naturaleza humana. Las conductas que hacen parte y fortalecen la democracia no nacen del comportamiento natural de la humanidad. Todo lo contrario. Nuestro instinto de supervivencia nos dice que para sobrevivir debemos dominar al resto, que debemos formar grupos para dominar a otros grupos (tribalismo). Para dominar se vale el uso de la conquista, la esclavitud, la traición, la mentira, faltar a la palabra dada, formar argollas, “interpretar” las leyes… vale todo. Ese es nuestro comportamiento natural. Todos los pueblos, todas las etnias, todos las sociedades, en todos los tiempos son susceptibles de esos comportamientos que de no ser controlados terminan dando lugar a sociedades caóticas.
Un agravante en el caso del Perú, es que fuimos dominados por un colonialismo de explotación.
Los historiadores distinguen entre dos formas superpuestas de colonialismo: colonialismo de colonos y colonialismo de explotación. El colonialismo de colonos (settler colonialism) implica una inmigración a gran escala, a menudo motivada por razones religiosas, políticas o económicas. El colonizador se instala en el territorio conquistado e intenta desplazar a los habitantes nativos. Los nuevos habitantes se organizan para procurarse un futuro mejor. Entre estas pueden contarse las colonias inglesas de los hoy EEUU, Australia, Nueva Zelanda.
El colonialismo de explotación implica un número menor de colonos, generalmente atraídos por las riquezas de naturales de los territorios conquistados y se basa en el acceso exclusivo del colonizador a los recursos naturales y humanos para su exportación. Mediante el uso de la fuerza se asegura el trabajo esclavizado o casi esclavizado de los conquistados. En este grupo están las colonias de España y Portugal en las américas y la mayoría de colonias inglesas en África.
El colonialismo de explotación (que padecimos por trescientos años), a fuerza de costumbre terminó por convertir en “normal” a una dinámica social hecha para beneficiar a unos pocos en el poder en perjuicio de la mayoría. Esta forma de vida de abuso, de individualismo, de irresponsabilidad para con la comunidad se convirtió en una característica omnipresente afectando todos los aspectos de nuestra sociedad. Por eso nuestro problema no es solo la corrupción de la clase política o de los grandes empresarios, y por eso nuestro problema no es solo la corrupción. Las costumbres y la moral del colonialismo no fueron alteradas con el inicio de la república, y están todavía muy activas en todos los aspectos de nuestra vida en sociedad.
¿Porque formar valores sociales?
Imaginemos un país que nunca se preocupó de cultivar valores sociales, un país que no educa en sus habitantes como controlar sus instintos naturales de supervivencia y dominación, un país que para empeorar las cosas heredó de la colonia una estructura social diseñada para favorecer a unos pocos oprimiendo al resto. Ese país tendría una población que acepta la corrupción y en general el abuso como actos normales en su vida diaria. En ese país la gente aspiraría a llegar al poder solo para buscar el beneficio personal tal como lo hicieron sus antecesores. Las ambiciones personales motivarían a la gente a formar sus propios partidos políticos para alcanzar el poder y manejarlos como a su propia chacra, y a muchos otros a unirse a la pandilla para sin ningún rubor tener participación en la distribución del botín. Un país con partidos políticos cuyos miembros le serian leales al partido sin tener siquiera la capacidad de pensar en lo que es mejor para el país, pensarían en defender la unidad del partido como su primera obligación. Un país cuyos ciudadanos verían “normal” el elegir y re-elegir candidatos y partidos corruptos, “que roben pero que hagan obra”. Ese país no es un país libre porque aunque tenga elecciones y cambios de gobiernos (locales y nacionales), siempre dominará una mentalidad hecha para beneficiar a los que están en el poder sin importar el perjuicio al resto. Ese país es el nuestro.
Antonio Banderas hizo una crítica a la forma de pensar de la sociedad española comparando las intenciones entre los jóvenes de universitarios de España y Estados Unidos. Ante la pregunta que querían ser cuando terminasen de estudiar, el 75% de los españoles contestó que quería ser funcionarios (empleados estatales), mientras que en Estados Unidos ese mismo porcentaje anhelaba tener sus propias empresas. A la misma pregunta en adolescentes mexicanos, el 26% contestó que aspiraban a ser narcos y solo el 17% quería ser empresarios. El 52% de niños peruanos contestó que querían ser modelos de reality. Los resultados son un reflejo de cómo estamos formando a nuestros jóvenes y del futuro que nos estamos construyendo.
Como país, jamás hemos creído en los ideales que caracterizan a las sociedades libres, no actuamos como ciudadanos de un país libre, y por eso no hemos construido un país libre. “Solamente los pueblos con moral y virtudes son capaces de vivir en libertad; cuanto más viciosa y corrupta es una sociedad, tanto más necesita de amos”. Benjamín Franklin.
La educación moral en el Perú ha tenido tradicionalmente un contexto religioso. Pero una moral basada en enseñanzas religiosas no contempla formar conductas democráticas, lo que deja un enorme y peligroso vacío en lo que respecta a una moral necesaria para la convivencia en sociedad. A diferencia de la educación moral de las enseñanzas religiosas, lo que el Perú necesita urgentemente es una educación que busque formar una moral de buen ciudadano, una moral para hacer país.
La democracia moderna, aquella que básicamente propone que “todos los hombres (y mujeres) son creados iguales”, es una idea nueva, un invento puesto en práctica hace apenas unos trescientos años y después de unos cien mil años de existencia de la humanidad. La intención de estas ideas es procurar una vida en sociedad ordenada, utilizando como medios la protección a las libertades civiles, la soberanía popular, la justicia e igualdad de oportunidades para todos, conductas que a la larga propicien una sociedad pacífica y prospera de la cual todos se benefician: Producir una sociedad libre.
La democracia no se crea ni se defiende a sí misma, y siempre estará bajo múltiples amenazas. Necesita que sus ciudadanos crean en ella, necesita ser alimentada y defendida permanentemente. Por ello es que los ciudadanos deben estar profundamente familiarizados con los preceptos que hacen posible la democracia.
“Las personas nacen con un apetito personal por la libertad, pero no nacen con el conocimiento de los acuerdos sociales y políticos que hacen posible la libertad (…) Estas cosas deben ser adquiridas. Deben ser aprendidas”. “La educación desempeña un papel primordial en las sociedades libres (…) En una democracia el régimen [gobierno] está al servicio de su pueblo, y la capacidad del pueblo para crear, mantener y mejorar su propio régimen [gobierno] depende en gran medida de la calidad y la eficacia de los procesos educativos por los que los pobladores pasan (Chester Finn)
¿De política y religión no se puede hablar?
Es un dicho popular que de religión o política no se puede hablar porque siempre termina en pelea. Pero eso significa no exponer, no ventilar los problemas, no analizar y no transmitir posibles soluciones. No hablar significa dejar las cosas como están, es negarse a enfrentar los problemas y a hacer cambios. Lo que tenemos que hacer es aprender a hablar respetuosa y ordenadamente para encontrar soluciones que beneficien a todos. Ni la política ni la religión pueden ser temas excluidos por la importancia que tienen en la vida en sociedad.
¿Porque es necesario un estado laico?
Todos los hombres son creados iguales. Significa que debemos procurar una sociedad con igualdad de derechos para todos, sin distinción de su raza, sexo, creencia religiosa (o su no-creencia). Dentro de este marco, la libertad de credo es una libertad personal, significa poder seguir libremente la religión que uno desee. Pero también significa que no se puede discriminar a nadie con base en creencias religiosas. Libertad de religión también significa tener libertad de la religión.
Desde siempre las religiones han sido utilizadas para controlar a la población y las militancias religiosas pueden ser una amenaza para las sociedades libres. Esto porque los fundamentalistas religiosos buscan imponer sus creencias religiosas en el resto la población, generalmente minoritaria; anhelan un país que se rija de acuerdo a los dogmas de su propia religión con exclusión del resto de religiones o de los no creyentes. Estado laico significa no injerencia de la iglesia en cuestiones del estado y no preferencia del estado por religión alguna.
Estados Unidos está siendo gobernado por un presidente en buena parte elegido gracias al incondicional apoyo del 81% de evangélicos cristianos blancos que aún hoy aprueban su gestión presidencial en un 61%. Trump sabe que la militancia cristiana le perdona ser un tipo mentiroso, que no respeta a las mujeres, un bully, un estafador capaz de iniciar una tercera guerra mundial, siempre y cuando continúe nombrando jueces y políticas favorables a las creencias cristianas. Es un buen ejemplo del uso de la militancia religiosa contra la que debemos estar advertidos, pues siempre habrá gobernantes ávidos de usarla para procurar sus propios fines.
Tribalismo
Tribalismo es la lealtad al grupo, la exaltación de la tribu por encima de otros grupos. Un comportamiento intrínseco de la raza humana. Los peruanos somos inmensamente tribales.
¿Cómo es así que actos de corrupción cometidos por políticos de otros partidos nos parecen imperdonables pero cuando esos mismos actos son cometidos por políticos de nuestro partido los consideramos solo “errores y excesos”?: Tribalismo. La tribu primero, la moral en segundo lugar.
Por supuesto el tribalismo no es exclusivo de la política. Nos identificamos como miembros de todo tipo de tribus: nuestras familias, grupo religioso, raza, género, organizaciones sociales, etc
El tribalismo es omnipresente y controla gran parte de nuestro comportamiento, primando muchas veces sobre el razonamiento. La historia de la humanidad está llena de atrocidades cometidas en nombre de la unidad tribal. Los ciudadanos deben aprender que el tribalismo es uno de los grandes enemigos de la democracia, y por tanto, de los países libres. Cuando entren en conflicto, debe primar la lealtad a principios democráticos y al país, sobre la lealtad al grupo político o religioso.
Lo que nuestras escuelas deben formar
Se debe dejar en claro que la primera responsabilidad de un gobierno es proteger a su población, tanto de amenazas externas como internas. Para eso es que tenemos un gobierno. Y cuando entre en incumplimiento de esa responsabilidad, debe ser sustituido.
En una democracia los pobladores no son subalternos de quienes ocupan cargos en el estado, todo lo contrario, las personas con cargos de gobierno son empleados que trabajan para nosotros, nosotros pagamos sus sueldos, por eso nos deben rendir cuentas; los ponemos allí con la condición de que trabajen con honestidad y respetando las leyes para el beneficio de todos, con cuentas claras, sin argollas. No tienen por qué sentirse ofendidos cuando se les pida explicaciones de sus actos porque al fin y al cabo, trabajan para nosotros. Los políticos le deben lealtad la población, a los principios democráticos, a la constitución, al país, antes que al partido.
Los procesos electorales deben ser largas entrevistas de trabajo en que los candidatos nos ofrecen sus servicios y es nuestro deber y derecho investigar si son merecedores de nuestra confianza, con muchísimas preguntas y debates, pues estamos decidiendo a quien le confiaremos los trabajos más importantes de la sociedad; y debe ser su obligación responder a nuestras preguntas con prontitud y claridad, de lo contrario no los contratamos.
Necesitamos formar una cultura que aprenda a valorar y recompensar el esfuerzo, la honestidad, el bien común, el trabajo para construir país. Los niños deben aprender que una sociedad en la que para alcanzar logros se vale más el uso del abuso y la corrupción que el trabajo honesto es una sociedad sentenciada al caos y al estancamiento económico en la que a la corta o a la larga todos pierden.
“El objetivo de una educación democrática debe ser producir ciudadanos de pensamiento independiente, con cuestionamientos, de una perspectiva analítica, pero que al mismo tiempo necesitan estar profundamente familiarizados con los preceptos y las prácticas que hacen posible la democracia” (Chester E. Finn).
Según instituciones extranjeras especializadas en el tema, para que la formación moral sea efectiva se requiere la participación de todos (personal de la escuela, padres, estudiantes y miembros de la comunidad) y se debe impartir todos los días, en todos los grados. Debe ser integrada a la currícula y a la cultura de las escuelas mediante la implementación de estrategias de intervención que enseñen, fomenten y promuevan valores y conductas fundamentales definidos a continuación:
Honestidad y justicia. Honestidad significa enfrentar la verdad con nosotros mismos y frente a otras personas. Significa que otras personas sean tan importantes para nosotros que no los engañaremos por buscar el beneficio propio. Significa enfrentar nuestros errores aun cuando tengamos que reconocer ante otras personas que los hemos cometido o cuando nos cause problemas decir la verdad. Significa seguir las reglas y defender el derecho de toda persona de ser tratados justa y honestamente.
“La justicia será servida solo cuando quienes no han sido afectados estén tan indignados como los que sí han sido afectados” Benjamín Franklin.
Un país en que buena parte de la población percibe que no existe justicia y e igualdad de oportunidades es un país que crea las condiciones para incubar conflictos sociales que devienen en problemas como subversión, violencia, o movimientos separatistas.
Empatía. Significa identificarse con y preocuparse por los sentimientos y necesidades de otras personas. Provee la raíz emocional para el cuidado de otras personas. Nos permite ser comprensivos y tolerantes ante distintos puntos de vista y creencias, y nos hace conscientes del sufrimiento de otras personas. Nos permite simpatizar con ellos o sentir su sufrimiento como si fuera el propio. La empatía también nos permite sentir alegría y emoción (en vez de coraje y envidia) ante los éxitos y logros de otras personas.
Autodisciplina. Autodisciplina (o autocontrol) es la capacidad para fijarse una meta realista o formular un plan y saberlo llevar a cabo. Es la capacidad para resistir la tentación de hacer cosas que lastimen a otras personas o a nosotros mismos. Requiere de saber cumplir con las promesas y los compromisos que hemos hecho. Es el fundamento para saber manejar emociones como el coraje y la envidia, y desarrollar la capacidad para ser pacientes.
Aprender la autodisciplina ayuda a los niños a regular su comportamiento y les da la fuerza de voluntad para tomar buenas decisiones y saber escoger bien. Crea mejores estudiantes, estudiantes con apetito para aprender y educarse a sí mismos sin estar obligados a hacerlo, como el hábito de lectura.
Respeto por los demás: El respeto por los demás se resume en la “Regla de Oro”: Trata a los demás como te gustaría ser tratado. Un valor que hace que el mundo sea un lugar más decente y civilizado. Las personas muestran respeto cuando hablan o discuten y actúan civilmente evitando insultos, comentarios crueles y lenguaje grosero. Son amables y considerados con los demás y son considerados con los derechos de otros, sus creencias y su bienestar. Ellos tratan a los demás de manera justa y como individuos, independientemente de su raza, sexo, edad, etnia o credo. Muestran tolerancia para las personas que no comparten sus creencias y preferencias personales, siempre y cuando estas no perjudiquen a otros.
Autoestima: Significa sentirse satisfecho por el comportamiento apropiado y los logros conseguidos con mucho esfuerzo. Ellos no necesitan menospreciar a otros o jactarse a sí mismos o exagerar sus habilidades o talentos y saben respetar a los demás. Las personas con autoestima ven al egoísmo, a la pérdida de la autodisciplina, a la imprudencia, a la cobardía y a la deshonestidad como algo malo e indigno de ellos. Tienen fuerza interior y no están dispuestos a dejar que otros los utilicen o manipulen. No hacen las cosas solo porque otros las hacen. Ellos saben que mostrar paciencia o tolerancia no significa permitir que otros los maltraten.
Las personas con autoestima no se desmoronan cuando fallan, aceptan los errores como parte de la vida. Al ayudar a nuestros niños a establecer estándares altos para sí mismos, también tenemos que hacerles saber que el fracaso no es ninguna vergüenza cuando ellos han hecho su mejor esfuerzo.
Coraje: Es la capacidad de superar el miedo con el fin de hacer lo correcto, incluso si es difícil o arriesgado. Coraje puede significar enfrentar peligros físicos, pero también puede significar defender principios y tomar decisiones difíciles sobre la base de la evidencia y no en lo que es más fácil o hacer lo que los demás hacen. Significa tener la capacidad de reconocer errores frente s a los demás. No significa ser imprudentes o cobardes, sino más bien hacer frente a nuestras obligaciones y responsabilidades.
Responsabilidad: Ser responsable significa ser fiable y honrar nuestros compromisos. Es aceptar las consecuencias de lo que decimos y hacemos. Los niños necesitan aprender que el ser parte de una familia y una comunidad implica la aceptación de responsabilidades. Cuando cada uno de nosotros actúa responsablemente, nuestras familias, nuestras comunidades y nuestro país serán más fuertes.
Las personas que son responsables no hacen excusas por sus acciones o culpan a otros cuando las cosas salen mal. Ellos analizan las cosas y usan el buen juicio antes de tomar acción, se comportan de maneras que animan a otros a confiar en ellos.
Las personas que son responsables se hacen cargo de sí mismos. Hacen planes y se fijan metas para nutrir sus talentos y habilidades. Toman decisiones teniendo en cuenta las obligaciones para con la familia y la comunidad.
“Una nación, como sociedad, forma la moral de una persona, y cada miembro de ella es personalmente responsable por su sociedad”. Thomas Jefferson
Ciudadanía y patriotismo: La ciudadanía requiere hacer de nuestra parte por la comunidad y nuestro país. Ser un buen ciudadano significa preocuparse por el bien de la sociedad y participar activamente para mejorar las cosas. La participación en programas de servicio comunitario y el aprender sobre la importancia y el valor de servir a los demás es una poderosa influencia en el desarrollo del carácter positivo en los niños. El buen ciudadano no arroja papeles a la calle y reclama a otros cuando ellos lo hacen.“Nuestra sociedad es lo que nosotros hacemos de ella” (Barack Obama).
El patriotismo es el amor y lealtad a nuestro país. Implica honrar los ideales democráticos en que se basa el país y esperar que los funcionarios electos hagan lo mismo, respetando y obedeciendo sus leyes y honrando su bandera y otros símbolos. También implica la aceptación de las responsabilidades de la buena ciudadanía, tales como mantenerse informado acerca de los acontecimientos y problemas de la comunidad y nacionales, históricos y presentes, participar en elecciones (como votantes y como candidatos), hacer servicio voluntario y servir al país en tiempos de guerra.
Pensamiento crítico. El pensamiento crítico es ese modo de pensar -sobre cualquier tema, contenido o problema- en el cual el pensador mejora la calidad de su pensamiento al analizarlo, evaluarlo y reconstruirlo con habilidad. El pensamiento crítico implica la evaluación intelectualmente honesta de fuentes tales como datos, hechos, fenómenos observables y hallazgos producto de investigación para sacar conclusiones razonables, justificadas. Busca desarrollar métodos y criterios para saber distinguir entre falsedad y verdad.
El bien común y Capital Social. Los niños necesitan aprender que el vivir juntos como familia, comunidad o como nación depende de la confianza mutua. Si las personas no tienen confianza en otras las familias, al igual que las sociedades, no prosperan. Realidades como la cooperación y la confianza entre vecinos, la credibilidad de las instituciones y el respeto a la palabra dada incrementan el Capital Social, aquel que favorece la realización de acciones colectivas en beneficio de la propia comunidad y repercuten en el buen aprovechamiento de los otros tipos de capital.
Pintemos al Perú de rojo y blanco
“En una nación bien organizada el pueblo no vive como el pasajero que descansadamente dormita en su camarote y de cuando en cuando abre los ojos para saber por curiosidad el número de leguas recorridas: por el contrario, todos mandan, todos trabajan, todos velan, porque hacen a la vez de capitán, de tripulación y de pasajeros” Manuel Gonzales Prada. 1888
Es necesaria una educación para re-fundar la república. Una educación para cambiar el futuro y que los cambios sean irreversibles. Nos toca a todos hacer de la educación de valores un tópico de interés nacional en permanente aumento y consolidación. No esperemos que algún presidente llegue al poder y nos salve, pues hemos esperado doscientos años, no va a suceder. Son las masas las que tienen que crear el mensaje, lanzar campañas y ganar elecciones locales y nacionales con candidatos honestos y comprometidos lo que finalmente mejorará nuestro país.
Tenemos un país exquisito, que no nos quepa la menor duda. Con muchas riquezas naturales, con un inmenso y rico mar, con costa, sierra y selva, con un clima benevolente todo el año, con una riqueza cultural que muchísimos países quisieran tener, con gente de gran capacidad para el trabajo. No nos falta nada.
Utilicemos la educación para pintar el Perú de rojo y blanco. ¡Sí se puede! Si once guerreros se convirtieron en avatares invencibles para llevarnos al mundial cuando ya estábamos prácticamente muertos, ¡Sí se puede!. Será una lucha larga, pero de lograrlo habremos roto las ominosas cadenas de nuestra propia opresión: El futuro será nuestro.
Publicado en el diario online El Búho de Arequipa