En toda campaña electoral, candidatos y candidatas se esmeran en asegurar que la educación es la prioridad nacional. “Solo la buena educación –dicen– formará buenos peruanos, con cariño por su país y con valores sólidos como para soportar las tentaciones y arremetidas de la vida”. El discurso no se detiene ahí, porque suelen agregar que sin educación el Perú no tendrá el necesario “capital humano” para despegar, para mejorar la calidad de vida, para formar verdaderos ciudadanos y para darle valor agregado a nuestra producción. En campaña, la educación es la panacea.
Pero luego, las políticas van en otra dirección. En los últimos 17 años, el esfuerzo ha sido insuficiente. Uno de los principales problemas es que el Estado sigue invirtiendo muy poco en educación. El ex ministro Jaime Saavedra, en una conferencia que dictó el año pasado en la Universidad Católica, cerró su intervención señalando que el déficit en el sector es de ¡60 mil millones de soles!, aproximadamente un 10% del PBI de 2016. Es más: el economista Hugo Ñopo calcula que solo en infraestructura el sector “requeriría 21% del PBI” (El Comercio, 16.8.2017).
La ministra Marilú Martens reconoció en el Parlamento que las demandas de los docentes son justas y que existen “muchísimas brechas que cerrar, brechas en infraestructura, (en) logros de aprendizaje, en la carrera pública magisterial”. Añadió que “el Perú es el país de la región con menor presupuesto en el sector educación” (El Comercio, 16.8.17).
Para completar el panorama, ningún partido político, salvo Patria Roja y Sendero Luminoso –a través del Movadef–, se ha preocupado por cultivar una presencia política sistemática en el sector. Tal parece que solo a ellos les interesa representar orgánicamente al magisterio. Los demás los echan al olvido cuando se acaban las campañas.
Publicado en Perú 21, 18 de agosto de 2017. Foto: Perú 21.