Por Marco Aurelio Lozano
Uno de los temas escandalosamente ausentes en el último discurso presidencial fue el de la huelga magisterial. Paradójicamente la paralización afecta la zona sur andina que fue la que en segunda vuelta le dio su mayor respaldo al candidato PPK. El descontento y movilización de los docentes del Cusco ha terminado extendiéndose a Puno, Arequipa y Ayacucho. En general la ciudadanía de estas regiones se ha solidarizado con el reclamo de los profesores, y si a ello le sumamos el pésimo manejo del proyecto Chinchero, se avizora un escenario más que complicado para el gobierno en esta zona del país.
Haber llegado a esta situación crítica se explica en parte a la ceguera de un gobierno tecnocrático a quien “la sociedad se le escurre de las manos”, como bien señala Carlos Melendez al hablar de la “pesadilla informal”, la cual estaría detrás de varias de nuestras últimas tragedias (Las Malvinas, Cerro San Cristóbal).
En el caso de la huelga magisterial lo que probablemente no se previó fue el impacto que podría tener el inicio del proceso de evaluación de desempeño docente. Si bien no podemos hablar propiamente de informalidad en el magisterio, si es necesario pisar tierra y entender las complejas lógicas y percepciones de los profesores sobre su propio quehacer y su futuro profesional.
Sobre lo señalado, un ejemplo al vuelo: A fines del año pasado se intentó asegurar el cumplimiento estricto del denominado cuadro de distribución de horas pedagógicas. Finalmente, ello no funcionó debido a que, más allá de lo que dicta la norma, la realidad salarial de los docentes (S/. 1200 mensuales en promedio) empuja a muchos a distribuir sus horas de clase de acuerdo a actividades que ayudan a completar su canasta familiar. El Ministerio de Educación (Minedu) tuvo que retroceder dictando una norma restituyendo la situación anterior.
Las condiciones salariales de los docentes deben mejorar, más aún en plena desaceleración económica. Pero esa no es la única, ni tal vez la más importante de las motivaciones de la huelga. Como lo señala el funcionario de una Dirección Regional de Educación (DRE), muchos profesores ven peligrar su trabajo al haberse iniciado la evaluación docente. Esta vez se trata de evaluar de manera objetiva lo que el docente hace en el aula, comenzando en el nivel de educación Inicial.
Es en momentos de crisis cuando afloran contradicciones de larga data en el largo y accidentado proceso de mejora de nuestra educación. Una de ellas es la que enfrenta la calidad del desempeño docente, bajo una lógica meritocrática, y por otro lado la revaloración de la carrera magisterial con mejores salarios y en general mejores condiciones de trabajo.
La lógica meritocrática se ha desarrollado de la mano con un enfoque que privilegia indicadores objetivamente medibles a través de pruebas estandarizadas como la Evaluación Censal de Estudiantes (ECE) y la prueba PISA. Dicha lógica se ha ido posicionando, por lo menos en el discurso, cuando observamos que a las intervenciones, programas e incluso al personal contratado por el Minedu en regiones se le exige “resultados concretos”. Hoy por hoy, casi todas las DRE realizan sus propias pruebas estandarizadas; y todas toman como referencia los resultados de la ECE para diseñar sus estrategias de intervención. Siendo así, cabría preguntarse por qué no aplicar esta misma lógica al desempeño de los docentes. No es tan fácil responder dicha cuestión.
Si bien un factor a considerar son los reducidos salarios que aun reciben los profesores, hay que decir que estos se duplicaron durante el gobierno de Alejandro Toledo. Ello no sirvió para levantar la popularidad del Cholo Sagrado y tampoco ayudó a elevar la calidad de los aprendizajes en nuestros estudiantes. Se admite, entonces, que son muchos los factores y varias las estrategias que hay que implementar para mejorar la calidad de nuestra educación.
Desde entonces, mucho se ha avanzado en la definición de mínimos estándares para medir el avance o retroceso en los aprendizajes de los estudiantes. Sin embargo, es necesario entender que la implementación de mejoras no puede desconocer la forma cómo los docentes han tenido que sobrellevar su práctica profesional en medio de gran precariedad y muchas carencias.
Para hallar un equilibrio justo y eficaz entre la lógica meritocrática y la revaloración de los docentes se requiere compromisos mutuos entre funcionarios y autoridades del Minedu, los docentes y sus sindicatos. Pero es particularmente clave cuando se trata de incluir a los gobiernos regionales y sus DRE donde ya el discurso meritocrático ha ganado terreno, faltando que se les brinde la información y las herramientas necesarias para convertirlo en práctica y en un enfoque de trabajo permanente.
Recordemos que precisamente la zona sur es la que mejor ha demostrado poder apropiarse del supuesto enfoque tecnocrático aplicado a la educación, a través de los resultados obtenidos en Moquegua y Tacna. Falta entonces que nos pongamos en los zapatos de los docentes, bajar al llano, entendiendo sus temores y expectativas, pero al mismo tiempo exigiendo compromisos y, eso sí, verdaderos resultados en el aula.
Publicado en ciudadanos.pe