Por Gonzalo Carranza*
En algunas discusiones, las ideologías y los prejuicios son particularmente nocivos. Viene pasando con el debate alrededor de los resultados de la Evaluación Censal de Estudiantes (ECE) 2016, con la que el Ministerio de Educación mide el avance de los escolares.
La ECE arrojó un resultado inesperado este año: la educación privada sale ‘jalada’ frente a la pública en los resultados de matemáticas de segundo de primaria y arrastra a la baja el promedio en comprensión de lectura en el mismo grado, pues cae alrededor de 10 puntos, cuando la escuela estatal urbana lo hace en algo más de uno (si bien la privada se mantiene marginalmente mejor que la pública en este punto).
La ECE se aplicó también en cuarto de primaria y en segundo de secundaria, donde se añadió una evaluación de historia, geografía y economía. En todos los casos, la educación privada supera a la pública, aunque en algunos, como matemática de cuarto de primaria, el margen es mínimo.
La conclusión obvia debería ser que, además de seguir mejorando la educación pública, existe hoy un problema con la oferta privada que requiere diagnósticos y propuestas.
Lo ha explicado bien la ministra Marilú Martens, como también lo explicaba el defenestrado ministro Jaime Saavedra: en la educación privada existe una alta heterogeneidad. Sus promedios mezclan, en los extremos, escuelas de clase mundial y estafas imperdonables. Además, viendo la disparidad de resultados entre segundo de primaria, cuarto de primaria y segundo de secundaria, parecería que el problema de baja calidad se profundiza en colegios privados de creación reciente o en la formación de sus nuevas promociones.
Pero cuando los prejuicios ciegan, las interpretaciones se vuelven absurdas. Desde un lado, encuentran en los datos de segundo de primaria la justificación para atacar el concepto mismo y la necesidad imperiosa de inversión privada en la educación, dejando de lado el resto de la ECE. Y desde el otro lado, entre patéticos signos de exclamación, culpan a una supuesta camarilla izquierdista del Minedu de distorsionar datos para estigmatizar a los privados y limpiarle la cara a la educación estatal.
Cuando se trata de algo tan sensible e importante como la educación, lo que debe primar es la luz de las ideas, no las cegueras ideológicas.
*Editor de Economía de El Comercio.