Por Instituto Peruano de Economía (IPE)
¿Importa que el Perú destine cada vez más presupuesto a la educación pública para alcanzar mejoras en el aprendizaje? La respuesta a esta pregunta resulta especialmente importante en vista de la publicación de la Evaluación Censal de Estudiantes 2016 (ECE 2016) por parte del Ministerio de Educación (Minedu).
El ex ministro Jaime Saavedra apuntaba que, entre los países que invertían menos de US$5.000 en paridad de poder de compra por alumno por año (el Perú invierte US$1.300 aproximadamente), los resultados en pruebas internacionales como PISA eran mayores conforme más gruesa era la partida destinada a la educación básica.
Sin embargo, entre los países que invierten por encima de US$5.000 por alumno por año, la relación entre el gasto y el rendimiento es menos clara. Más dinero no se traduce necesariamente en mejores resultados académicos, porque otros factores vinculados a la calidad del gasto empiezan a tomar más fuerza.
En el caso de Estados Unidos, la Fundación Heritage demuestra que, a pesar del incremento sustantivo del presupuesto en educación pública por casi tres décadas, este no se ha traducido en una mejora significativa de los logros académicos de los estudiantes de primaria y secundaria.
Diferencias regionales. Como se sabe, en el Perú la ECE es una prueba estandarizada que mide el rendimiento de los alumnos en primaria y secundaria.
Los resultados de la ECE 2016 muestran que los alumnos de segundo grado de primaria mejoraron significativamente su rendimiento en matemática en el último año. No obstante, en comprensión lectora el porcentaje de estudiantes con buenos resultados pasó de 49,8% en el 2015 a 46,4% en el 2016.
Sin embargo, existen amplias diferencias regionales. ¿Pueden los distintos montos invertidos por cada región en educación explicar estas desigualdades? Solo parcialmente.
Por un lado, no parece casual, por ejemplo, que Moquegua –la región que consistentemente ha figurado como la mejor o segunda mejor región en cuanto a desempeño educativo– sea a la vez el departamento que más gasta en educación por alumno del país. La relación aquí es clara.
Por otro lado, regiones con un mismo nivel de presupuesto para educación pueden no presentar los mismos niveles de rendimiento. Por ejemplo, Tacna y Tumbes destinaron, en promedio, S/2.200 por alumno en los últimos cinco años.
Sin embargo, Tacna obtuvo 43 puntos porcentuales adicionales en el porcentaje de alumnos que aprueban satisfactoriamente la prueba de comprensión lectora (Tacna está en 76,8% y Tumbes, en 33,6%).
En esta línea, no solo los niveles absolutos sino también los incrementos similares en el presupuesto destinado a educación alcanzan efectos distintos en diferentes regiones. La comparación entre Apurímac y Ayacucho resalta estas distinciones.
En los últimos cinco años, las dos regiones han aumentado su gasto en un poco más de S/1.100 por alumno, pero Ayacucho ha incrementado su porcentaje de alumnos con buen desempeño matemático en 44 puntos porcentuales, mientras que Apurímac hizo lo propio en 27 puntos porcentuales.
En la medida en que ambas regiones tienen niveles similares de ruralidad, la calidad del gasto –más que el monto en sí mismo– parece determinar el impacto.
Madre de Dios, con un índice de ruralidad medio, es la segunda región con mayor gasto promedio en los últimos cinco años, pero es a la vez la quinta región con peor rendimiento.
La clave para mejorar en pruebas estandarizadas como la ECE parece estar, pues, mucho más allá de incrementos en el gasto. La calidad del gasto importa.
Publicado el 17 de abril de 2016 en el diario El Comercio.