“El sueño educativo que suscribo es el de promover la educación como política macro, con acreditación de calidad”.
Por: Fernando Vivas – Diario El Comercio
Hablemos del tema que todos celebran como palanca al desarrollo: la educación. La inseguridad será más urgente, pero la educación es más importante.
Claro que estamos avanzando. Este año el presupuesto para el sector aumentó en 12%; bastante más que el de cualquier otro sector. Sin embargo, esto que parece bastante nos deja aún muy lejos de llegar a la modesta meta de 6% del PBI.
Conversé con el ministro Jaime Saavedra y me contó que tenemos que aumentar el presupuesto del sector sostenidamente en 15% por año hasta el 2021, y así apenas superaríamos el 5,5% del PBI. (Esa ilusa primera propuesta de Acuña de establecer de un plumazo el 6% no se lograría ni cerrando otros ministerios y echando mano de todo el Fondo de Estabilización Fiscal).
Digamos que, con un sostenible incremento de 15% anual en un quinquenio, nos aproximamos a la primera meta de 6%. Con ello habremos duplicado la inversión por alumno, de los US$1.000 actuales, a US$2.000. ¿Saben cuánto invierten en promedio los países de la OCDE por alumno? US$8.000. Chile gasta US$3.000 y Colombia US$2.500.
Entonces, Keiko, Guzmán, PPK y todos los candidatos que suscriben el sueño de la educación deben explicarnos cómo garantizarán que ese incremento anual sea sostenible. El problema del sector es que obliga a demasiado gasto corriente, pues hay que pagar a 350 mil maestros a los que se les debe, por lo menos, duplicar los salarios para estar a tono con la fantasía ‘Perú a la OCDE’.
No suscribo a rajatabla el sueño individualista de la educación, esa creencia de que tienes que matarte tú y tu familia para conseguir un cartón que te abrirá automáticamente las puertas del mercado. Ese mito es nefasto para quienes, al no hacer carrera de lustre, se sienten inexorablemente desplazados y discriminados.
El sueño educativo que sí suscribo es el de promover la educación como política macro, con acreditación de calidad y privilegiando las carreras asociadas a las exigencias del desarrollo. Por eso, creo firmemente en mejorar y fortalecer la educación técnica (una nueva ley de institutos tecnológicos espera su aprobación en el Congreso). Este pragmatismo de carrera útil y corta, asociada a necesidades específicas del mercado y habilidades específicas del alumno, nos hace falta para complementar nuestras fantasías complutenses.
Y creo en que hay que empoderar a la Sunedu para que investigue, recomiende y difunda su parecer sobre la realidad de la educación superior. En esta campaña estamos siendo testigos de cómo las universidades han servido más como negocio privado y como trampolín político que como herramientas para el desarrollo. Se ha creado una casta mercantilista y oportunista que ha ingresado a la política para vigilar que nadie se meta con sus privilegios. Buscan la menor oportunidad para revertir cualquier avance en fiscalización de la calidad educativa y dar un zarpazo a lo ‘ley Cotillo’.
Por eso, hay que preguntar a los candidatos si votarán a favor de otra ley que aguarda en el Congreso, la que obligaría a las universidades privadas a someterse al escrutinio de entes acreditadores. Hay que preguntar, especialmente, a Keiko Fujimori, pues lleva en sus filas a Joaquín y Osías Ramírez, relacionados con la Universidad Alas Peruanas, y a José Luis y Miguel Ángel Elías Ávalos, relacionados con la Universidad San Juan Bautista, si está a favor de la educación de calidad. Y que lo demuestre controlando el apetito de sus correligionarios.